La
alarma suena, todos los días se volvieron tan monótonos que ya no existen ni
las horas. Temprano, antes que aparezca el sol marcando un nuevo día para la
ciudad, el colectivo hace ya su recorrido habitual desde el comienzo hasta casi
su terminal, de por medio se encuentra el destino, una de las facultades más
reconocidas de Buenos Aires. Tan solo un año en el CBC fue el camino para
entrar en ella, pero no fue lo imaginado, fue totalmente distinto a aquello que
parecía el gran futuro, al principio todo era emoción pero al final se
convirtió en obligación.
Esa
felicidad ya no se encontraba, tan simple como no ser uno mismo, tener que
acostumbrarse a ello fue en vano aunque la fuerza de voluntad estaba pero no
pudo ser conseguido; y la mente, el mayor enemigo, se encontraba aconsejando
constantemente que lo mejor era pensar en el futuro y quienes iban a ser los
decepcionados con aquella decisión: los padres. Contar siempre con su apoyo se
volvió en contra porque al ser esa niña ante sus ojos pareciera que tras esa
decisión ya no lo fue más; dejar la facultad, no estudiar ni trabajar, lo que
pareciera ser el sueño para muchos terminó siendo un callejón oscuro que
parecía no tener final.
Tan
sólo con diecinueve años y el
pensamiento de no tener futuro rondaba todos los días, junto con las típicas
palabras de: “Tienes que encontrar tu verdadera vocación”, “Algo tienes que
hacer” y el: “No puedes vivir así…”. La vida es de uno no de los demás, pero ¿Por
qué importa tanto lo que los otros piensen? Era la pregunta que la psicóloga
intentaba que sea respondida en cada una de las cesiones sin éxito. Eso de perseguir
los sueños ya no se creía, ya no había sentimientos sino solo un vacío y era lo que más carcomía y hacia querer
volver atrás ¿Sería mejor regresar y hacer de cuenta que no pasó nada? ¿Habría
que volver a intentarlo? Pero no, esa no era la opción, cuando un libro ya es
maltratado no hay vuelta atrás.
Parecía
que todo estaba perdido, pasar los días informándose, leyendo y escribiendo
acerca de todo lo que llamara la atención se había hecho habitual y de ello se
deprendió la respuesta a aquella crisis existencial, volver a la primera y
verdadera opción, el periodismo. Aquella opción que había sido engañada por las
expectativas de los demás pero hasta el momento ni se acerca al arrepentimiento
de haber sido escogido y que todavía se agradece no haber pensado en las
consecuencias por una sola vez y tan solo seguir al instinto; el trabajo duro y
la determinación es lo que hará no pensar en el futuro ya que los sueños están para
realizarse en el presente.
RM
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