lunes, 15 de mayo de 2017

Chile, entre cultura y consumo

Sobre la mesa. al lado de la computadora, un cuaderno donde están escritas pequeñas notas como ayuda de memoria. Una palabra, dos y la hoja vuelve a estar en blanco, tal vez no tenga sentido escribir acerca de ello, o tal vez sí. Chile estuvo resonando mucho estas últimas semanas en la televisión, y no justamente por lo atractivo que puede llegar a ser poder visitarlo sino todo lo contrario, por lo “barato” que resulta comprar allá. Obviamente no todos tenemos el lujo de poder viajar y mucho menos ir a comprar al exterior por eso hacer análisis de economía no es lo apropiado pero “Sociedad consumista” es lo que dice una de las anotaciones, dejando el recuerdo claro que la escribí en el preciso momento en el que esos grandes shoppings se encontraban atestados de gente; allí los argentinos pareceríamos ser ricos pero al final de cuentas terminamos igual de pobres que antes y donde, ya no se compra solo lo básico como podrían llegar a ser alimentos o ropa, se termina pagando por necesidades que acaban siendo puramente artificiales.

Aquí es cuando el sentido de escribir pareciera ser lo correcto es porque a pesar de que muchos sienten conocerlo a través de lo que se habló decenas de veces cambia totalmente el estar allá. Santiago fue el punto exacto para este viaje que no fue exclusivamente turístico ni de compras sino por otro motivo pero ello queda de lado al dejarme sorprender por lo gratificante que puede ser visitarlo, para viajar muchas veces uno se imagina que tiene que irse al otro lado del mundo pero no necesariamente es así; al principio el estar allí parecerá que no es nada fuera de lo común, plena capital del país rodeado por grandes edificios, autos por todos lados y la gente yendo y viniendo de un lado a otro. Pero algo que puede llegar a resultar muy familiar termina siendo totalmente nuevo, la temperatura superó los 30ºC todos los días pero allí pareciera que se está más cerca del sol y en la ciudad eso se siente, caminando por la avenida principal General O'Higgins, o mejor conocida como "La Alameda" como me lo informó un taxista, pareciera que todo esta conectado a ella y allí, en plena ciudad, se halla la sede central del gobierno, el Palacio de La Moneda, y es lo primero que atrae mi atención ya que se encuentra custodiado por unos cuantos carabineros y unas simples vayas, tan tranquilo que estremece.



Un pequeño paseo por Santiago

Así como está rodeado por esos grandes departamentos como si fueran torres también se está envuelto por enormes montañas, exactamente por dos cerros que abrazan la ciudad, el más grande es el Cerro San Cristóbal, donde se encuentra la Virgen de los Andes, y el cerro menor es el Santa Lucia, que al asomarse al balcón desde un piso veinte deja una vista fascinante de ellos y más de noche, allí donde los negocios se encuentran ya cerrados y el centro se vuelve más tranquilo, se deja lugar a que se aprecie esa gratificante vista completamente iluminada.



A pesar de ser un país vecino, uno es extranjero por lo tanto lo mira desde ese punto. El que te vean como extranjero también es raro, nos parecemos mucho pero tan distintos en costumbres, entre mis notas tengo frases anotadas que he escuchado decir a personas al azar: “Allí es la gasolinera” o “Sólo debes tomar el metro” si algo me gusta es aquella gente que habla con palabras distintas porque usan un léxico al que no estoy acostumbrada a escuchar, aunque lo conozca.

Por momentos fui más consciente de lo que me rodeaba aunque perdí a veces la noción del tiempo siendo eso lo que me llevó a querer pasear y descubrir, donde se manifestó el espíritu de los lugares topándome con, por ejemplo, un hotel que desde lejos se escucha la música cubana y se aprecia la bandera de dicho país, un transporte público que da gusto ser utilizado acercándote a aquellos lugares impensados o simplemente un supermercado en el que tienes que bajar por escaleras mecánicas ya que se encuentra en el subsuelo en medio de grandes edificios. La diversidad cultural es monumental y se deja apreciar a cada paso; los museos, las plazas y todos los atributos arquitectónicos son lo que le dan vida a Santiago. La naturaleza y las personas son parte de esa vida, el que te atiendan amablemente en un lugar de comidas o que un desconocido se tome el tiempo en explicarte cómo tienes que llegar a un lugar asegurándose de que lo comprendas bien también, supongo que en todo sitio hay gente buena y mala, yo sólo me habré cruzado con la buena.

Más allá de las posibilidades que cada uno tiene se pueden hacer grandes recuerdos en tan solo unos pocos días que no alcanzaron para poder disfrutar aquella ciudad, donde el tiempo no espera y mientras la ruta avanza lentamente las grandes montañas, que se imponen ante cualquiera, quedan detrás


                                                                                                                                RM.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ya es tarde

¿Cuántas lágrimas hay que derramar? ¿Cuánto tiempo va a tardar el dolor en irse? Pensar en lo que uno tiene dura tan poco tiempo, nos acos...