Casamiento sin fecha
Es
complicado cuando se debe viajar en colectivo por más de una hora y no prestar
atención a las conversaciones ajenas, esas que aunque intentes no escuchar terminan por llamar a tu curiosidad y despiertan
tus pensamientos. No es malo de vez en cuando escuchar ese tipo conversaciones,
después de todo son las mismas personas que hablan abiertamente, en un lugar
público y a toda voz, a uno le da el
poder de recrear sus propios escenarios y dar una opinión sin decírselo a nadie,
dejando de lado que a veces te deja como una persona chusma, pero ese es otro
tema.
Ocho
de la mañana, transcurso de un día semanal y un colectivo de la línea 140 ya
tenía todos sus asientos ocupados y alguna que otra persona de pie. Afuera el sol ya se había hecho
presente, comenzando a calentar la ciudad, adentro el ambiente estaba cálido a
causa del aire acondicionado; algunos pasajeros iban durmiendo, otros
escuchando música, leyendo o tan solo viendo por la ventana esperando para
llegar a su destino.
Mientras
que el chofer iba frenando en cada parada, una conversación transcurría en los últimos
dos asientos del fondo del colectivo, sí bien otros pasajeros también iban
charlando ésta es la que atrapó mi atención. Dos chicas, que parecieran estar
en alguna edad de sus veintes, hablaban a viva voz, sí bien una de ellas tenía
la voz más apaciguada se podía sentir el enojo en la otra, y me gustaría poder
describirlas pero me encontraba de espalda a ellas por lo que solo su
conversación es la que pude atender.
-
Siento que debo separarme, ya no sé qué
es lo que quiere.
(Dando un fuerte
suspiro) - ¿A vos te parece llegar a eso sólo por este tema? ¿Capas que él no está
preparado?
(Levantando la voz) - ¡Diez
años de convivencia llevamos! ¿Y a vos te parece que no está preparado?
-
Dale tiempo, capas que espera otro
momento.
-
¿Qué momento? Vos porque siempre estás del
lado de él.
(Con un tono
reconciliador) - No siempre, pero creo que en algún punto lo comprendo.
-
¿Comprender qué? No es tan complicado ir,
firmamos y listo.
-
Para vos será fácil pero tal vez para él
no. Igual también te comprendo a vos, ya son muchos años y tal vez ya te arto
tener que esperarlo.
-
Boluda, en serio ya siento que me está
viendo la cara. No pido demasiado solo que pongamos una fecha para casarnos, no
te digo mañana mismo pero aunque sea hablarlo.
-
Dale
tiempo, capas él ya lo está reconsiderando.
(Con la voz firme) - Ya
decidí que lo voy a dejar.
-
¿Vas a tirar tantos años de convivencia
solo por qué él no se quiere casar?
-
No puedo seguir esperándolo, yo me
quiero casar y el parece que no…
Cómo
esa conversación siguió no lo sé, que habrá pasado, también es incierto pero de
una simple plática se abren tantos caminos que no se sabe cuál será el correcto.
Tantas preguntas flotando que no tienen repuestas, cómo la de: ¿Desde cuándo el
matrimonio tiene una fecha límite? Hablarlo tan desconsideradamente en una
simple charla de colectivo es lo que parece ser el matrimonio para algunas
personas.
Somos
millones que buscamos a alguien con quien compartir momentos y de las cuales
nos “enamoramos”, algo tan pasajero como decir esas palabras, sin embargo se
sigue apostando al matrimonio. Pueden
existir miles de estudios acerca de ello pero cada persona es un universo
distinto, nadie tiene asegurado el éxito en las relaciones pero es un tema que
sigue pisando fuerte, va más allá de lo moral ya que es parte de la sociedad,
algunos se casan, otros solo están en pareja, algunos apuestan a la convivencia
y otros, solo deciden estar solos.
Tampoco
pasa por el egoísmo, no hay una formula, sino que es más un especie de inseguridad
o rechazo cuando se da lugar a pensar en otra persona, estar días a su lado y
que termine siendo peor que una adicción a la cafeína. El matrimonio trae
consigo responsabilidades que se pueden evitar la mayor parte del tiempo estando, por
ejemplo soltero, el no tener que compartir con nadie lo que haces o decides te
da la sensación de libertad que en algún punto el matrimonio te lo quita,
pareciera ser como un pedazo de vidrio roto que no puede dar marcha atrás.
No
está mal querer casarse, obvio que no, pero se sabe que de a poco las
relaciones se desvanecen y por eso existen las situaciones en que uno está preparado
y el otro no. El amor es como las hojas
muertas del otoño, esas hojas muertas que caen como lágrimas, pero que durante
el tiempo en que estuvieron meciéndose con el viento fueron una de las mejores
sensaciones, por eso si esta simple conversación termina por concretarse ¿En qué
lugar queda el amor? Simplemente pareciera que se desvaneciera como el otoño,
como todas las estaciones del año.
RM.